6. Cambiar las palabras para cambiar las mentes

Capítulo VI

Cambiar las palabras para cambiar las mentes

I. Introducción

En la mente de sus pioneros y en la opinión general, la contracepción era, por definición y hasta mediados del siglo XX, prevención de la concepción, entendida como prevención de la fecundación. Para la moral social y la ética profesional de entonces, la vida del neo-concebido era intangible.

Ese concepto de la contracepción se agrietó gravemente cuando, una vez introducidos los contraceptivos modernos (dispositivos intrauterinos y preparados hormonales orales), surgió la sospecha de que parte de su eficacia podría deberse a un efecto antinidatorio y a la consiguiente pérdida de embriones. Esto podría acarrear consecuencias sumamente graves para políticas de población o para los negocios de sus defensores.

Una vez convencidos de la realidad del efecto abortivo (más intenso en el caso de los DIUs que en el de los contraceptivos hormonales), los promotores hubieron de diseñar medidas para favorecer su aceptación social y optaron por mantener en la oscuridad el efecto abortifaciente, para lo que fue suficiente abstenerse de investigar el mecanismo de acción de esos contraceptivos y cambiar la terminología sobre la gestación.

II. Un antecedente fugaz de la nueva terminología: Velpeau y Meigs

a. Una intuición de Velpeau

Alfred Velpeau, en 1829, propuso de manera especulativa que fecundación y concepción fueran consideradas como dos fenómenos diferentes. Para Velpeau, reproducción designa la función entera; generación debería reservarse exclusivamente para la gametogénesis; fecundación expresaría simplemente la acción que reúne los dos gérmenes; finalmente, concepción, que, por significar etimológicamente «retener», no puede emplearse razonablemente sino para designar la acción que hace que el germen fecundado sea retenido en los órganos sexuales; gestación designa el ulterior desarrollo del germen fecundado y concebido en el interior del animal.

b. Meigs: una visión más firme y radical

Las ideas de Velpeau fueron introducidas en el mundo anglosajón por Charles Meigs. Se basó en lo hoy llamamos la pérdida preimplantatoria de embriones. Argumenta que la fecundación no es la concepción, porque una mujer puede tener en sus órganos un huevo fecundado sin que haya todavía concebido, siempre que el huevo fecundado se pierde arrastrado por la sangre o por el moco.

c. Los ecos del concepto de Meigs

En los libros de obstetricia de la segunda mitad del siglo XIX la propuesta de Meigs cuenta con la adhesión de sus colegas. Es abrumadora la mayoría de los autores que mantienen que fecundación, impregnación y concepción son sinónimos y marcan el inicio de la gestación.

A mediados del siglo XX, los promotores de la contracepción propusieron, o más bien impusieron, la ecuación concepción igual a implantación.

III. Aclimatación al cambio: el ‘control fisiológico de la fecundidad’

En la aceptación como contraceptivos, y no abortifacientes, de ciertos procedimientos que actuaban después de la fecundación, ejerció un papel mediador el diseño de la nueva contracepción que partía de lo que los científicos llamaban ‘control fisiológico de la fecundidad’. Se proponía estudiar primero la fisiología de la reproducción en la especie humana, para después trazar un plan estratégico donde quedaran identificados los puntos vulnerables del proceso procreativo (la producción y transporte de los gametos, las diferentes fases de la fecundación, la receptividad del endometrio), a fin de seleccionar los procedimientos más prometedores en eficacia e inocuidad, y lograr así la máxima capacidad de control con la mínima carga de efectos biológicos no deseables.

Pero los investigadores eran conscientes de que los métodos dirigidos a interferir con la implantación corrían el riesgo de no recibir una aceptación social amplia. Por eso, para poner en sordina ante el público general el efecto abortifaciente de los nuevos contraceptivos, crearon una terminología nueva.

IV. Nace una nueva terminología para la contracepción post-fecundativa

El objetivo principal (ético, no biológico) de la nueva terminología consistía en inducir la creencia de tener por contraceptivos ordinarios los métodos de control de la fertilidad que destruían el embrión recién concebido. Los promotores de la nueva terminología propusieron, y después impusieron, una idea muy simple: declarar éticamente irrelevante los primeros catorce días del desarrollo embrionario humano que empieza con la fecundación.

Las nuevas definiciones fueron introducidas en el campo de la medicina por el Comité de Terminología del American College of Obstetricians and Gynecologists (ACOG) por medio de su Terminology Bulletin. Esa publicación fue completada años más tarde por el libro Obstetric-Gynecologic Terminology, editado por Hughes bajo el padrinazgo del ACOG.

V. El cambio terminológico impuesto autoritariamente

Las razones no científicas que movieron al Comité de Terminología del ACOG en 1965 a introducir sus nuevas definiciones nunca han sido dadas a conocer, pues la aparente justificación que el Bulletin nos ofrece de la nueva definición “Concepción es la implantación del huevo fecundado” fue una coartada patética. Explicaban que “esta definición ha sido deliberadamente seleccionada porque la unión del espermatozoide y el ovocito no puede ser detectada clínicamente a menos que tenga lugar la anidación”.

Pese a sus evidentes deficiencias (carencia de justificación científica, conflicto de intereses morales, falta de lógica), la nueva definición triunfó de un modo espectacular en todo el mundo. En unos pocos años, las nuevas definiciones, nacidas a la sombra del ACOG, fueron adoptadas por la Federación Internacional de Ginecología y Obstetricia (FIGO) y por la práctica totalidad de las asociaciones nacionales de obstetras y ginecológicos; por la Asociación Médica Mundial y muchas asociaciones médicas nacionales; por la Asociación Médica Americana (AMA) y la Asociación Americana de Mujeres Médicas (AMWA). También fue asumida por la Organización Mundial de la Salud (WHO/OMS), por la Food and Drug Administration (FDA), los Institutos Nacionales de Salud (NIH) y otros organismos del Gobierno de los Estados Unidos.

El carácter autoritario con que se divulgó y se impuso la nueva terminología queda patente en las respuestas que los seguidores de la nueva terminología otorgan al que impugna las nuevas definiciones. Aquellos suelen aducir que los criterios que ellos usan siguen lo definido por el gobierno y las más importantes organizaciones médicas del país, y que representan la postura oficial de los organismos sanitarios y médicos nacionales. Son razones de política sanitaria, no de ciencia médica.

 

DE LOS ORÍGENES DE LA CONTRACEPCIÓN A LA HUMANAE VITAE: ALGUNOS EPISODIOS SILENCIADOS

Autor: Gonzalo Herranz, Universidad de Navarra. Email: [email protected]

 

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